Alcalá de los Gazules es un pueblo situado en pleno corazón de La Janda y su historia está ligada a los acontecimientos del golpe de Estado de 1936. Este golpe cívico-militar -llevado a cabo por los fascistas sublevados- tuvo graves consecuencias económicas y políticas para el pueblo, con una particularidad que marcaría su devenir en el futuro: no hubo posibilidad de un conflicto armado.
En Alcalá, las oligarquías locales junto con los miembros de La Falange comenzaron a fraguar el golpe desde la victoria del Frente Popular en las urnas, en febrero de 1936. Para el día 18 de julio estaba todo organizado: la derecha se hizo con el poder por la fuerza desde el primer momento, ya que contó con la financiación económica de muchas familias que apoyaron la sublevación.
En este contexto, la Guardia Civil junto con La Falange, encabezados por su líder falangista Juan Armario Carrillo, comenzaron a patrullar las principales calles del pueblo y las fincas aledañas, haciendo múltiples registros en los hogares de los alcalaínos y alcalaínas. Comienza así la operación de desarme: en los primeros días del alzamiento se incautaron armas a los habitantes del pueblo, sobre todo hachas, que utilizaban para el descorche de los montes propios. Además, se inicia una persecución sin precedentes con un único objetivo: eliminar todo rastro de izquierdismo. Hay que destacar que todos los miembros de la Corporación Municipal republicana son detenidos, entre ellos el alcalde, Antonio Gallego Visglerio. Todos fueron llevados a la prisión de Medina Sidonia, a la espera de un futuro incierto que les llevaría a una muerte segura por sus ideales de democracia y libertad.
El golpe de Estado de 1936 hizo paralizar la vida alcalaína. Transformó la sociedad, destruyó familias enteras, rompiendo las básicas redes de solidaridad social e impregnó la vida diaria de miedo, prácticas coercitivas y de castigo. Ya nada volvería a ser igual. Comenzaría así un período de represión sin precedentes que eliminaría las raíces de la democracia republicana.
Juan Pedro Romero Benítez